En estos momentos, la garganta me está matando. Y me está dando vueltas muchas cosas que anoche no me dejaron dormir como debería, aunque me desahogué un rato con mi neechan e incluso jugué Street fighter no es suficiente. No sé cómo sentirme al respecto con algunas cosas... bueno ahora lo sé.Tan solo unos minutos que dejé para escribir y contestar me di cuenta de algo. No vale la pena que me esté comiendo la cabeza, ahora sé que el que ya no me sienta tan culpable es lo mejor de todo. Fin, lo dije me puedo encargar de no volver a aparecer en frente, a no recordar y decir adiós. Bueno creo que es más claro ahora... Ya dirá el tiempo lo que pasará :3
Mientras tanto, subo este pequeño relato. Una idea que me cruzaba cada que caminaba por las calles en la noche después de un entrenamiento, una idea que necesitaba sacarla en forma de escrito para sacarla de mi cabeza y pues este es el resultado. Corto. Pero al final de cuentas una idea plasmada en palabras.
No
siempre hay un mañana.
Todo era risa y
diversión, la noche había caído sobre aquel pequeño grupo de amigos. Y era hora
de dispersarse para ir a casa. Poco a poco fueron despidiéndose, había sido un
día grandioso. Nada podía ir mal claro estaba. Eso era lo que creía.
Y con una sonrisa
se despidió de aquel último par que permanecía allí. Se hizo la valiente al
declinar la oferta de ser acompañada. Total había caminado por aquellas calles
tantas veces ya que el miedo se había desvanecido tiempo atrás.
Dio un paso hacia
su destino y sintió aquella necesidad de dar vuelta y despedirse con un abrazo
de sus amigos. Pero no lo hizo, total el día siguiente los vería… ¿Cierto?
Ya llevaba una
cuadra caminada, faltaba cada vez menos para llegar a aquella parada donde
tomaría el bus. Una canción le rondaba en la cabeza, era su canción favorita.
Desvió unos segundos la atención del camino para sacar los audífonos y
escucharla, pero alguien le jaló. Adentrándola en un lugar tan poco iluminado.
El miedo le invadió,
sus ojos se abrieron por completo y su cuerpo se paralizó. Esa persona le dijo
algo, pero estaba tan en blanco que no podía comprenderle.
-Dame lo que
traigas. –Repitió nuevamente aquel extraño.
Ella negó, no
traía realmente nada de valor. Realmente solo tenía para el pasaje e incluso su
celular estaba tan gastado que no valía ni la pena. Metió las manos en sus
bolsillos, tratando de hacerle ver que era inútil tratar de sacarle algo de
valor. Pero él no desistió, pensando que algo tendría.
Y un movimiento
más, sintió aquel frío metal cerca de su cuerpo, una pequeña pero mortal arma
blanca. Pasó saliva, el temblor en su cuerpo no se iba. Quiso llorar, pero
simplemente no podía. Le imploró que le dejase, que realmente no tenía nada. Le
dio el dinero, el celular, todo lo que podría considerarse de valor.
Pero, con un
demonio él seguía insistiendo. Quiso arrebatarle el pequeño bolso que tenía, pero
como un flash recordó aquel pequeño objeto que estaba dentro de él. Una cosa
sin valor para cualquiera pero que para ella significaba todo, un pequeñísimo
colgante. Un regalo de hacia tanto tiempo atrás que se rehusó en dárselo. Entre
tanto forcejeo, el tipejo se desesperó y sin pensarlo más encajó la navaja en
el vientre ajeno.
Ella sintió el
metal abriéndose paso en su estómago una y otra y otra vez.
Él huyó al darse
cuenta de lo que había hecho, dejándola allí. Sola, en el suelo mientras
trataba de parar el sangrado. Se sentía desesperada, las lágrimas comenzaron a
salir. Palpó sus bolsillos en busca del móvil pero con temor recordó el momento
en que lo cedió.
Era tan estúpida,
¿Cómo había podido haberse puesto en aquella situación solo por aquel maldito
colgante?
Sonrió, metió la
mano en la bolsa y lo sacó. Tan pequeño, pero tan importante. La vida se le iba
mientras se dejaba caer a través de aquella fría pared hasta quedar sentada.
No había nadie
cerca, todo parecía tan oscuro, tan lejano. Tosió un poco y sonrió burlona al
ver sangre en su mano. Al parecer era su hora. Ni siquiera tuvo tiempo para
gritar, su voz se había ido. Cerró los ojos, recordando cada uno de los rostros
que había visto solo unos minutos atrás. Todos aquellos chicos que consideró como
sus hermanos, todos aquellos con los que vivió durante tanto tiempo. Y entonces
se arrepintió de no haberse regresado para darles un último abrazo, de no haberles
dicho lo importante que eran…
Pero, ¿quién iba
a pensar que todo sería así de rápido? ¿Qué ya no habría una segunda vez? ¿Qué
el día de mañana ya no existiría para ella? Aquella fiesta sorpresa
definitivamente quedaría arruinada por su culpa.
Miró el cielo estrellado, sintió como su
respiración se hacía cada vez más lenta, como el cansancio se apoderaba
lentamente de su cuerpo. Un último suspiro y sus ojos se cerraron mientras la
vida se le escapaba de entre los dedos…