domingo, 21 de septiembre de 2014

No siempre hay un mañana.

 Dejé pasar un mes, ugh. Siempre pasa eso, las distracciones pueden más que mi desahogo. 
  En estos momentos, la garganta me está matando. Y me está dando vueltas muchas cosas que anoche no me dejaron dormir como debería, aunque me desahogué un rato con mi neechan e incluso jugué Street fighter no es suficiente. No sé cómo sentirme al respecto con algunas cosas... bueno ahora lo sé.Tan solo unos minutos que dejé para escribir y contestar me di cuenta de algo. No vale la pena que me esté comiendo la cabeza, ahora sé que el que ya no me sienta tan culpable es lo mejor de todo. Fin, lo dije me puedo encargar de no volver a aparecer en frente, a no recordar y decir  adiós. Bueno creo que es más claro ahora... Ya dirá el tiempo lo que pasará :3
Mientras tanto, subo este pequeño relato. Una idea que me cruzaba cada que caminaba por las calles en la noche después de un entrenamiento, una idea que necesitaba sacarla en forma de escrito para sacarla de mi cabeza y pues este es el resultado. Corto. Pero al final de cuentas una idea plasmada en palabras.  

No siempre hay un mañana.

  Todo era risa y diversión, la noche había caído sobre aquel pequeño grupo de amigos. Y era hora de dispersarse para ir a casa. Poco a poco fueron despidiéndose, había sido un día grandioso. Nada podía ir mal claro estaba. Eso era lo que creía.

  Y con una sonrisa se despidió de aquel último par que permanecía allí. Se hizo la valiente al declinar la oferta de ser acompañada. Total había caminado por aquellas calles tantas veces ya que el miedo se había desvanecido tiempo atrás.

  Dio un paso hacia su destino y sintió aquella necesidad de dar vuelta y despedirse con un abrazo de sus amigos. Pero no lo hizo, total el día siguiente los vería… ¿Cierto?

  Ya llevaba una cuadra caminada, faltaba cada vez menos para llegar a aquella parada donde tomaría el bus. Una canción le rondaba en la cabeza, era su canción favorita. Desvió unos segundos la atención del camino para sacar los audífonos y escucharla, pero alguien le jaló. Adentrándola en un lugar tan poco iluminado.

  El miedo le invadió, sus ojos se abrieron por completo y su cuerpo se paralizó. Esa persona le dijo algo, pero estaba tan en blanco que no podía comprenderle.

 -Dame lo que traigas. –Repitió nuevamente aquel extraño.

  Ella negó, no traía realmente nada de valor. Realmente solo tenía para el pasaje e incluso su celular estaba tan gastado que no valía ni la pena. Metió las manos en sus bolsillos, tratando de hacerle ver que era inútil tratar de sacarle algo de valor. Pero él no desistió, pensando que algo tendría.

  Y un movimiento más, sintió aquel frío metal cerca de su cuerpo, una pequeña pero mortal arma blanca. Pasó saliva, el temblor en su cuerpo no se iba. Quiso llorar, pero simplemente no podía. Le imploró que le dejase, que realmente no tenía nada. Le dio el dinero, el celular, todo lo que podría considerarse de valor.

  Pero, con un demonio él seguía insistiendo. Quiso arrebatarle el pequeño bolso que tenía, pero como un flash recordó aquel pequeño objeto que estaba dentro de él. Una cosa sin valor para cualquiera pero que para ella significaba todo, un pequeñísimo colgante. Un regalo de hacia tanto tiempo atrás que se rehusó en dárselo. Entre tanto forcejeo, el tipejo se desesperó y sin pensarlo más encajó la navaja en el vientre ajeno.

  Ella sintió el metal abriéndose paso en su estómago una y otra y otra vez.

  Él huyó al darse cuenta de lo que había hecho, dejándola allí. Sola, en el suelo mientras trataba de parar el sangrado. Se sentía desesperada, las lágrimas comenzaron a salir. Palpó sus bolsillos en busca del móvil pero con temor recordó el momento en que lo cedió.

  Era tan estúpida, ¿Cómo había podido haberse puesto en aquella situación solo por aquel maldito colgante?

  Sonrió, metió la mano en la bolsa y lo sacó. Tan pequeño, pero tan importante. La vida se le iba mientras se dejaba caer a través de aquella fría pared hasta quedar sentada.

  No había nadie cerca, todo parecía tan oscuro, tan lejano. Tosió un poco y sonrió burlona al ver sangre en su mano. Al parecer era su hora. Ni siquiera tuvo tiempo para gritar, su voz se había ido. Cerró los ojos, recordando cada uno de los rostros que había visto solo unos minutos atrás. Todos aquellos chicos que consideró como sus hermanos, todos aquellos con los que vivió durante tanto tiempo. Y entonces se arrepintió de no haberse regresado para darles un último abrazo, de no haberles dicho lo importante que eran…

  Pero, ¿quién iba a pensar que todo sería así de rápido? ¿Qué ya no habría una segunda vez? ¿Qué el día de mañana ya no existiría para ella? Aquella fiesta sorpresa definitivamente quedaría arruinada por su culpa.

  Miró el cielo estrellado, sintió como su respiración se hacía cada vez más lenta, como el cansancio se apoderaba lentamente de su cuerpo. Un último suspiro y sus ojos se cerraron mientras la vida se le escapaba de entre los dedos…